¿Por qué las personas se resisten al cambio?
En esta lección veremos analizaremos desde el punto de vista de la neurociencia el porqué las personas se resisten al cambio y las acciones que se pueden implementar para que estén más abiertas a lo nuevo y diferente.
Todos tenemos un museo de historia natural dentro.
Según la neurociencia, cuando una alternativa de cambio se presenta, la primera reacción de nuestro cerebro es establecer conexión con los patrones que nos dieron éxito previamente. No hay mala intensión en esto, es solo un mecanismo de ahorro de energía, tomando el camino más corto y manteniéndonos en nuestra zona de confort. Por su naturaleza y con la intención de sobrevivir, el cerebro ahorra energía para poder utilizarla en situaciones de emergencia o amenaza. De allí que cuando se presenta un nuevo proyecto, el cerebro primero busca en la memoria información similar o conocida. También aparece el miedo, que como vimos en lecciones anteriores está ubicado en el sistema límbico (segundo cerebro).
Por otro lado, el cerebro reptiliano (los ganglios basales), se encuentran arraigadas las reacciones desde tiempos ancestrales a la amenaza, en la actualidad nuestra respuesta ante una amenaza puede ser muy similar al del hombre de las cavernas cuando veía venir un animal feroz a atacarlo, o cuando escuchaba el mover de las ramas que era indicativo de que el peligro se acercaba. Hoy día, cuando una persona percibe un cambio como peligroso, se sentirá atacada, amenazada, entonces peleará, se congelará o huirá.
Diversos investigadores de la conducta humana entre ellos, Sigmund Freud, tal como fue citado en García, (2011) refiriéndose a este tema dice que “todos tenemos un museo de historia natural dentro, porque guardamos, sin saberlo, todas las conductas que nos llevaron al éxito en la historia de la especie, por eso, se tienden a repetir”. (p.109)
También Jung como fue citado por Alonso (2004) dijo que “el inconsciente colectivo estaba formado por “imágenes primordiales” que provenían de la historia pasada de la humanidad”. (p. 60).
Para facilitar la comprensión de lo planteado por Jung, ponemos el ejemplo de la serie de comportamientos que observamos en ciertas especies, por ejemplo las gallinas siempre buscarán un lugar donde echarse sobre sus huevos. El perro orina levantando la pata, el gato maúlla, son conductas propias de la especie. Estos comportamientos y otros similares forman parte de su sistema nervioso central y son activados por los estímulos recibidos del entorno, desde su nacimiento.
Gracias a la neuroplasticidad del cerebro humano, las personas tenemos la opción de no quedarnos toda la vida repitiendo el comportamiento de nuestros ancestros, sino que con un cerebro más evolucionado tenemos una amplia alternativa de respuestas superiores y diferentes.
Lo indicado en los párrafos anteriores, nos permite comprender por qué en la etapa inicial de la gestión del cambio las primeras reacciones de las personas son casi que instintivas, temor, pánico, ansiedad, irritabilidad, su “cerebro reptiliano en acción”, posteriormente a medida que van obteniendo más información y familiarizándose con lo nuevo o lo diferente, se crean otras redes y conexiones neuronales que les permitirán a la persona la integración de nuevas creencias, actitudes y comportamientos.
Una gestión del cambio que valora los aportes de la neurociencia será más efectiva, ya que en el proceso se cuidará de tener en cuenta la respuesta y a la vez el alimento que necesita nuestro cerebro (reptiliano, límbico y corteza) para obtener una gestión del cambio ágil y efectiva. Veamos un ejemplo en el siguiente cuadro sobre la relación entre las áreas del cerebro y sus necesidades en un proceso de cambio, tomando como referencia lo planteado por García (2011. p 123).
“A un nivel fuera de la conciencia, el sistema límbico, conocido como el centro emocional del cerebro, realiza una evaluación, cinco veces por segundo, para decidir si hay algo en el entorno: un sonido, persona, tono de voz, lugar, etc. La mirada, el gesto, la sensación son buenos (gratificantes) o malos (amenazantes) que debe evitarse o debe ser abordado” (García. 2011. p.125)
El pensamiento de orden superior que se da en la corteza cerebral (región prefrontal), creatividad, solución de problemas, la colaboración, el trabajo en equipo, la interacción, conexión, procesamiento de nueva información, etc.) se ve afectada cuando el cerebro detecta una amenaza en el entorno.